Thar, el pueblo joven.
En el pueblo de Thar pasa una cosa increíble en todos sus habitantes: mueren a la edad de 25 años.
Nadie ha podido resolver el enigma de tal acontecimiento, pero muchos, en su afán de ganarle a la "maldición", deciden suicidarse antes de tiempo para evitar cumplirla. Como si ese acto heroico pudiera restarle importancia al fatídico hecho de que la vida de aquellos se extingue al llegar al cuarto de siglo.
Thar es un pueblo común y corriente. Se encuentra rodeado de un bosque de pinos frescos y un par de montañas grises que delimitan sus fronteras. Más allá se puede encontrar un río de donde proviene parte del alimento para el pueblito.
Sus habitantes son también comunes, nada fuera de lo ordinario que pudiera indicar el porqué de la situación que los hace fallecer a tan corta edad. Las mujeres se dedican a las labores más ordinarias que puedan existir: lavar ropa, hacer comida, realizar la limpieza del hogar, educar a los hijos que no llegan a conocerlas más alla de sus cinco años de edad, porque como es inevitable en Thar, las mujeres mueren jóvenes.
Los hombres se dedican a la caza, la pesca y construcción de cabañas que conforman la villa, también muchos de ellos han crecido sin siquiera recordar a sus padres.
Para Thar siempre ha sido así, no conocen la vejez ni las arrugas en el rostro. La mayoría de ellos son tan inmaduros que mueren enamorados de la misma persona que conocieron de niños. No es raro ver a mujeres jóvenes con pequeños en los brazos, solo aquellas que se han convertido en madres desisten del suicidio pero aun así, saben lo complicado que es traer pequeños al mundo para no verlos crecer.
Así de triste es Thar a nuestros ojos. Pero para ellos, es normal, tan normal que aceptan la maldición como una parte fundamental de sus vidas y no coinciben la manera de que se pueda vivir más tiempo.
Asombrados por el viajero que arribó esa mañana después de la fuerte llovizna y quedó impactado al descubrir que todos sus habitantes eran menores en su mayoría adolescentes.
Continuará.-
Nadie ha podido resolver el enigma de tal acontecimiento, pero muchos, en su afán de ganarle a la "maldición", deciden suicidarse antes de tiempo para evitar cumplirla. Como si ese acto heroico pudiera restarle importancia al fatídico hecho de que la vida de aquellos se extingue al llegar al cuarto de siglo.
Thar es un pueblo común y corriente. Se encuentra rodeado de un bosque de pinos frescos y un par de montañas grises que delimitan sus fronteras. Más allá se puede encontrar un río de donde proviene parte del alimento para el pueblito.
Sus habitantes son también comunes, nada fuera de lo ordinario que pudiera indicar el porqué de la situación que los hace fallecer a tan corta edad. Las mujeres se dedican a las labores más ordinarias que puedan existir: lavar ropa, hacer comida, realizar la limpieza del hogar, educar a los hijos que no llegan a conocerlas más alla de sus cinco años de edad, porque como es inevitable en Thar, las mujeres mueren jóvenes.
Los hombres se dedican a la caza, la pesca y construcción de cabañas que conforman la villa, también muchos de ellos han crecido sin siquiera recordar a sus padres.
Para Thar siempre ha sido así, no conocen la vejez ni las arrugas en el rostro. La mayoría de ellos son tan inmaduros que mueren enamorados de la misma persona que conocieron de niños. No es raro ver a mujeres jóvenes con pequeños en los brazos, solo aquellas que se han convertido en madres desisten del suicidio pero aun así, saben lo complicado que es traer pequeños al mundo para no verlos crecer.
Así de triste es Thar a nuestros ojos. Pero para ellos, es normal, tan normal que aceptan la maldición como una parte fundamental de sus vidas y no coinciben la manera de que se pueda vivir más tiempo.
Asombrados por el viajero que arribó esa mañana después de la fuerte llovizna y quedó impactado al descubrir que todos sus habitantes eran menores en su mayoría adolescentes.
Continuará.-
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