Lucas: Un curioso en Thar.

El viajero se dirigió directamente al cementerio. Caminó entre las lápidas donde la edad más longeva era la de veinticinco años. Suspiró y negó con la cabeza; aún le parecía increible que pudiera existir tal maldición.
Él creía que quizá se trataba de una sugestión muy poderosa gracias a un mito y provocaba que esta pobre gente cometiera suicidios a edades prematuras, lo que el ignoraba era que realmente todos los habitantes de Thar morían a esa edad.

El viajero se llamaba Lucas, era un curioso irremediable que dedicaba su vida a la ciencia y a desmitificar las leyendas de cuanto pueblo se cruzaba en su camino. Odiaba la superstición y sumisión de las personas a los sucesos paranormales, para él todo tenía un porqué muy claro y viajar a Thar significaba un reto muy jugoso para su vida profesional. Muchos anteriores a él habian viajado al humilde pueblo con el afán de decifrar el misterio de su gente, sin éxito, pero el joven Lucas estaba totalmente decidido a darle fin a tremendo revuelo.

Tomó su libreta de anotaciones y fué de lápida en lápida anotando nombre, edad y algun epitafio que le resultara interesante y pudiera auxiliar su investigación. Su mirada se detuvo en la lápida de un joven de nombre Nathaniel , decía : " Nathaniel, 25 años-1 día". Lucas se acercó a la loza de piedra que parecía muy gastada, "¿25 años y un día?" repitió para si mismo, luego sonrió satisfecho.

-Lo sabía. Ésto se trata de una simple superstición, el chico vivió un día mas de lo que cualquiera en este pueblo o mejor dicho...-se detuvo un momento a pensar- tal vez fué asesinado al demostrar que se puede vivir más tiempo.
Esta última idea lo dejó perplejo de su propia perspicacia. No sólo resolvería al enigmático pueblo, podria descubrir al asesino de Nathaniel.
Animado con esta idea, decidió dejar el cementerio y se dirigió al pueblo para seguir recolectando información.

Al llegar a la villa notó que estaba casi vacía. La mayoría de las personas ya se encontraban en su casa , fue cuando notó que su estancia en el camposanto le había demorado más de lo esperado. Se encaminó al único pub que había en el lugar y se dispuso a beber y comer algo.
El cantinero lo miró brevemente y solo murmuró:
-Sólo tengo cerveza y vino, la cena de hoy son chuletas de cerdo y papas.

-Está bien, lo tomaré con vino si no es mucha molestia.

El hombre se limitó a servir un tarro con vino y gritó la orden hacia la rústica cocina. Lucas tomó asiento en una mesita que estaba al lado de la ventana. La calle vacía se veía unicamente iluminada por la luna y una que otra débil luz que provenia de alguna casita.

Al poco tiempo llegó una jovencita de unos diez años que amablemente puso su plato de comida.

-¿Desea algo mas, señor?- Lo miraba muy extrañada, pues Lucas era el hombre más viejo que ella hubiera visto antes.

-Estoy bien, muchas gracias- Sonrió él.


Era extraño estar en un pub donde la mayoría de los clientes no rebasaban los veinte años. Sentía que estaba en algún mundo alterno o al revés, digno de cualquier novela ficticia. Al terminar su cena se despidió con la mano del cantinero quien contestó el saludo vagamente.

Nada en aquel lugar le indicó que algún asesino potencial o alguna cofradía de matones habitara aquel recóndito pueblo. Las personas parecían de lo más normal y se preguntaba cómo podian vivir día a dia sabiendo en qué momento morirían. No dejó de pensar en esto último hasta que llegó a la posada donde se hospedaba y fué vencido por el sueño.

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