Amaneceres

-Sale un tren de Edimburgo a las 3 am , es el único que puedes tomar si quieres llegar antes de la fecha que está en la carta.

-Me parece bien. Iré a hacer mi equipaje.

-Espera...¿Estás totalmente seguro de querer ir solo, Edward?

-Si...deja de preguntarme las cosas, simplemente lo haré y ya.

Solo pude ver su espalda desapareciendo del umbral de la puerta aquella noche. Edward fué a su recamara para alistar el poco equipaje con el que disponia para ir a Edimburgo, yo no sabía si aun era una muy buena idea; pero muchas veces me dejo en claro que yo jamás intervendría en sus desiciones ni en la manera en la que el buscaba su felicidad, en ocasiones me reiteró que era momento de que yo buscara la mia de ahora en adelante. Asi que sin ningún motivo para permanecer en Londres, decidí que era ya momento de dejar todo atrás, a pesar de la impotencia que sentia en estos momentos y ese deseo aberrante por querer segur en la misma sintonia.
Cogí mis balijas y comencé a doblar todos mis vestidos, camisas, trajes , empaqué mis zapatos,joyas y todas las cosas que podrian servirme para venderlas si fuera necesario.
No queria saber mas noticias de Edward , asi que preferí dejar arder en el fuego de la chimenea todas las cartas donde aparecia nuestra antigua direccion en Londres.
Me iría a Nueva York, a pesar de todos los horrores que se decian de aquella enorme ciudad norteamericana.
Pero mientras yo permaneciera en Inglaterra cualquier cosa me seguiria recordando lo débil,sumisa y abnegada que podia llegar a ser.

- ¿Acaso tú también te marchas Ana?

-Asi es Ed, necesito algo de nuevos aires...

-Y, ¿se puede saber a donde vas?

-A buscar mi felicidad, como me lo pediste.

-Ana , en serio crees que vas a poder enfrentarte al mundo real tu sola?

-Eso ya correrá por mi cuenta Ed. Que tengas un buen viaje.

Cerré la puerta del apartamento de un solo golpe, bajé las escaleras sin mirar atrás por miedo a retractarme y regresar una vez mas.
Tomé una sombrilla y mi abrigo de viaje y esperé que esta fuera la última vez que yo saliera por aquella puerta gris y desgastada.
Afuera las aceras recién humedecidas se veian de un gris pardo y seco, las nubes grises pintaban un cielo ensombrecido tras las humarolas que emergian de las grandes fabricas del otro lado del Támesis, yo me quedé parada unos instantes hasta que porfin pude reaccionar y comencé a dar marcha hacia la estación de trenes.
No quise tomar ningún carro ni nada, queria caminar y darle una despedida a Londres para recapitular toda mi vida en aquella ciudad.
Aun era muy temprano, pues no se veia a nadie salvo aquellos comerciantes que comenzaban a poner sus puestos cerca del mercado. La ciudad se veia mas sombria que de costumbre; pero yo segui en marcha no queria que nada me hiciera cambiar de parecer.

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